Ana, administrativa, 41 años. "Aquí me dicen que Zapatero no pensó en mí" lamenta Ana al salir de la oficina. Ella ya bajó al último escalón, al de ingresos cero. Divorciada y con una niña de siete años, después de 22 años trabajando y cotizando en una empresa familiar, se ve ahora forzada a sobrevivir por el cobijo de sus padres. ¿Cómo es posible? Ana traza el relato de la empresa de su padre, de la que es empleada y avalista. En los años locos, dan un salto y renuevan toda la maquinaria. Justo antes del parón. Así que los créditos se lo llevaron todo: loa empresa, el trabajo, el piso... "No podría pagar mis deudas ni aunque tuviera tres vidas".
Ana sabe cómo son las cosas. Apostaron y perdieron (...) Ana tampoco alberga expectativas por el cambio de gobierno municipal, prepara la mudanza a casa de sus padres, la única vivienda familiar que se libró del huracán de embargos, en cuanto la niña acabe el cole. Sube y baja su relato. Se quiebra cuando me cuenta que en el comedor del cole le han dado comida en un táper. "Que eso es muy fuerte", y se recupera para tomar impulso: "Yo voy a luchar. Aunque todos me digan que no, que no; yo voy a seguir que sí, que sí".