Don Benjamín González Miranda, Licenciado en medicina y
cirugía por la Universidad de Oviedo, especialista MIR en Medicina Familiar y
Comunitaria, Máster Interuniversitario en Bioética.
Trabaja, desde 1987, en el
Servicio de Urgencias del Hospital de Cabueñes (Gijón). Preside el Grupo
Promotor del CEAS (Comité de Ética para la Asistencia Sanitaria) de dicho
hospital.
Vendrá a la USC el jueves 31 de mayo.
"Parto de mi
experiencia como médico de Urgencias (trabajo en el hospital de Cabueñes desde 1987, primero el MIR
de MFyC y luego siempre como adjunto del Servicio de Urgencias), de una
observación (la creciente medicalización de la enfermedad pero también de la
salud, de la muerte y, en general, de la vida en los últimos 20 años, reflejada
también en los cambios de las urgencias), de
una constatación (la respuesta sanitaria genera también iatrogenia, daño
y eventos adversos y puede estar contribuyendo a aumentar las diferencias entre
los sanos y los verdaderamente enfermos y a una mayor injusticia entre fuertes
y débiles) y de una preocupación (el posible papel legitimador que en todo ello
podamos tener los profesionales sanitarios, especialmente si hay colaboración o
silencio).
En el seno de nuestra
sociedad consumista e insolidaria hace juego el concepto reduccionista de la
salud que propone
la OMS (“no
solo la ausencia
de enfermedad sino
el completo bienestar físico,
mental y social”), dejándola en manos exclusivas de la medicina, los sanitarios
y la industria de la salud, concebida preferentemente como negocio que tiende a
anteponer los intereses de ciertos accionistas a las necesidades y prioridades
de los ciudadanos.
Es ahí donde encaja la
medicina del deseo y la obsesión por transformar en enfermedad o en problemas
médicos lo que no son más que problemas naturales o circunstancias de la propia
vida. Convertimos factores de riesgo (incluso el riesgo de estar en riesgo) en
enfermedades o preenfermedades (prediabetes, prehipertensión,
preosteoporosis...). Asistimos a continuas bajadas en los límites o umbrales
diagnósticos (colesterol, diabetes, HTA, asma, test mentales...), resultando
así muy difícil que haya alguien sano (y el que así se considere lo será por
ignorancia de que está enfermo o porque
aún no se ha hecho un análisis o un test genético).
En toda esta
medicalización peligrosa, que puede matar, intervienen diferentes elementos
(industria, profesionales sanitarios,
medios de comunicación, políticos,
administración sanitaria, población y asociaciones de enfermos, la
corrupción...). En el libro se hace un repaso a los encuentros reales de los
médicos con la industria (prescripción, información y visita médicas, formación
continuada, congresos, regalos, hospitalidad, atenciones comerciales,
sobornos...) y también a códigos éticos, deontológicos, normativas y leyes.
La última parte se
dedica al análisis y reflexión
bioéticos, tanto sobre nuestras interacciones con la industria como sobre la
medicalización y la hipertrofia de la prevención. Se constatan, a modo de
conclusiones, que éstas son maleficentes y afectan al principio de autonomía,
el de justicia y otros principios (de solidaridad, de responsabilidad...); que
es necesaria la ética de la prescripción pero también un nuevo concepto de
salud en el que tenga cabida lo solidario. Se sugiere algún quehacer sobre los
hechos y sobre las causas: desmedicalizar o no medicalizar, combatir la
medicina y la
política sanitaria defensivas,
promover el principio
de responsabilidad y el de precaución, el “primum non nocere” y la
prevención cuaternaria... En definitiva, avanzar hacia unas mejores prácticas
de todos los implicados, más independientes, libres y saludables, con el
objetivo del bien común"