domingo, 28 de agosto de 2011

Hoy el AVE también se hace con la sangre de los... trabajadores Portugueses!!!



Unas cosas llevan inevitablemente a otras, y a menudo esas otras son mucho más interesantes que las primeras. Buscando el futuro surco subterráneo del AVE en las estribaciones del Invernadoiro se puede comprobar que aún está vivo el recuerdo de la traumática construcción de la actual línea Zamora-Ourense. Los carrilanos, los cerca de 12.000 hombres que excavaron los más de 80 túneles ferroviarios que acercan Galicia a la Meseta, son en este territorio los héroes locales. Y como casi todos los héroes, muchos ya no están aquí para contarlo. Sobre todo los que trabajaron en los túneles. «Morreron todos moi mozos», comenta Manuel Núñez en Campobecerros (Ourense). En esta catástrofe que goteó muerte a muerte desde que en 1957 se abriera la línea hay un nombre, hay un lugar que para todos ellos es la máxima expresión la desgracia. En Toro, en Correchouso, en Campobecerros... todo el mundo hablaba de Portocamba, en Castrelo do Val. «Tes que ir a Portocamba, alí morreron moitos», decían.

El pueblo está muy cerca de la línea del ferrocarril, en una loma con una suave inclinación. En la calle principal, los vecinos ríen y charlan animadamente. Sentados sobre los bancos, alrededor de una caja de cervezas, celebran la tregua del calor ourensano al final de la tarde. Habían trabajado mucho.

Cuarenta viudas


Pero las caras cambian enseguida de expresión cuando se les pregunta por los carrilanos y por la particular historia de Portocamba. Samuel Prieto, después de ofrecer una cerveza, se pone serio y dice: «Meu pai foi un deles». A la sombra, al fresco de las casas de piedra, entre todos van componiendo, retal a retal, el tejido de recuerdos con el convivieron en su infancia. «Aquí llegó a haber 40 viudas», dice uno. «Todos murieron muy jóvenes por la silicosis», dice otro, mientras los niños que dan vida a estos pueblos en verano juegan despreocupadamente por los rincones. «Aquí desapareceu unha xeración completa», concluye Samuel Prieto.

Las causas por las que la muerte se cebó especialmente en este pueblo son motivo de una animada discusión. Martín Alonso Alonso, de 82 años, también trabajó en el ferrocarril, pero no demasiado tiempo en el interior de los túneles. De ahí que todavía pueda contarlo con cierta placidez y nostalgia. «Aquí o túnel no que traballaban era de pedra branca. Noutros de pedra negra non pasou moito», dice. Una mujer joven descendiente de carrilanos que vive el resto del año en Vigo aporta otra teoría. «El túnel estaba muy cerca del pueblo. Cuando terminaban de trabajar se iban directamente a casa y apenas respiraban aire puro para limpiar los pulmones», dice.

Probablemente la razón de que Portocamba haya perdido a toda una generación de hombres jóvenes se deba a las dos infaustas circunstancias. Por un lado, la piedra del túnel que excavaban era más rica en sílice, el material que provoca la afección pulmonar conocida como silicosis. Por otro lado, las largas caminatas para llegar al tajo -en algunos casos tenían que emplear dos horas andando- libró a otros carrilanos de estos síntomas. Los de Portocamba, que trabajaban muy cerca de sus hogares, acumularon más polvillo blanco en sus pulmones. Murieron del síndrome que terminó llamándose «mal das vías». «Esa é a dor que temos neste pobo. Ninguén se acordou deles, ninguén se acorda de Portocamba», asegura Samuel Prieto.

Silvino Vilas corre apresurado para su casa y muestra una foto antigua. Cinco jóvenes amigos, vestidos de domingo, posan serios para el fotógrafo. Entre ellos está su padre, el primero por la derecha. Todos murieron jóvenes. Todos eran carrilanos. «Este é o recordo que nos queda», dice Silvino.